
El bienestar y la productividad de las gallinas ponedoras dependen en gran medida de los cuidados que se les brinden desde su etapa de pollitas hasta su madurez. Sin embargo, muchas de las decisiones más importantes en su manejo, como el control de enfermedades, la vacunación, la alimentación equilibrada o el manejo ambiental, requieren de conocimientos técnicos que solo un médico veterinario zootecnista puede ofrecer de forma profesional.
Por ello, contar con una adecuada asesoría veterinaria no es solo recomendable, sino esencial para asegurar la salud de las aves y el éxito del sistema productivo.
Alojamiento adecuado y manejo del espacio
Uno de los factores fundamentales para el cuidado de gallinas ponedoras es proporcionarles un alojamiento limpio, seguro y bien ventilado. El espacio debe ser suficiente para permitirles comportamientos naturales como escarbar, extender las alas o posarse, ya que el hacinamiento genera estrés y favorece la propagación de enfermedades. La densidad ideal depende del sistema de producción, pero en general se recomienda un mínimo de 1.5 a 2 aves por metro cuadrado en sistemas tradicionales, y mayor espacio si se opta por modelos de libre pastoreo.
El gallinero debe estar protegido contra la lluvia, los vientos fuertes y los depredadores. La ventilación natural o forzada debe permitir una renovación continua del aire sin generar corrientes directas sobre las aves. El piso puede ser de tierra cubierta con cama de viruta o paja seca, la cual debe cambiarse regularmente para evitar acumulación de humedad y proliferación de bacterias.
Nutrición equilibrada para una alta productividad
Una dieta balanceada es clave para que las gallinas mantengan su salud y su capacidad de postura. Las necesidades nutricionales cambian a lo largo de la vida de las aves, pero en general se requiere un alimento con niveles adecuados de proteínas, calcio, fósforo, vitaminas y energía. El calcio, en particular, es esencial para la formación de la cáscara de los huevos, y puede complementarse con conchas de ostión trituradas o piedra caliza.
El alimento debe administrarse en comederos limpios, evitando el desperdicio. El agua, por su parte, debe estar siempre disponible, limpia y fresca, ya que una gallina deshidratada reduce drásticamente su postura. Un bebedero automático o de niple facilita esta tarea y reduce el riesgo de contaminación.
Iluminación: un factor que regula la postura
La luz influye directamente en la producción de huevos, ya que estimula la actividad del eje hormonal reproductivo de las gallinas. Por ello, en climas o estaciones con días más cortos, es habitual utilizar iluminación artificial para asegurar al menos 14 a 16 horas de luz al día. Este control lumínico debe ser progresivo, evitando cambios bruscos que puedan estresar a las aves.
La fuente de luz debe ser suave, uniforme y distribuida de forma que no genere zonas de penumbra ni encandilamiento. Es importante seguir las recomendaciones del veterinario para establecer un programa de iluminación acorde al ciclo reproductivo de las aves.
Prevención de enfermedades y bioseguridad
Las gallinas ponedoras están expuestas a diversas enfermedades infecciosas que pueden reducir la producción, afectar la calidad del huevo o incluso provocar la muerte de las aves. La vacunación preventiva, realizada bajo la supervisión de un veterinario, es una de las estrategias más efectivas para evitar brotes de enfermedades como la enfermedad de Newcastle, bronquitis infecciosa o la viruela aviar.
Además, es fundamental implementar medidas de bioseguridad como el control del ingreso de personas, la desinfección de calzado y utensilios, y la cuarentena de nuevas aves. La limpieza periódica del gallinero, la eliminación de heces y restos de alimento, y la correcta disposición de aves muertas también son prácticas clave.
Revisión constante y comportamiento animal
Observar diariamente a las gallinas permite detectar signos tempranos de enfermedad o estrés. Una gallina sana presenta un plumaje limpio, ojos brillantes, comportamiento activo y buena postura corporal. Cambios como disminución del consumo de alimento, letargo, diarrea o disminución en la producción de huevos deben atenderse de inmediato.
Asimismo, el comportamiento social debe ser vigilado. Si se presentan agresiones frecuentes, picoteo excesivo o signos de canibalismo, es probable que existan deficiencias en el manejo del espacio, la dieta o el ambiente.
Manejo de la muda y longevidad productiva
La muda natural o forzada es un proceso en el que las gallinas dejan de poner huevos temporalmente para renovar su plumaje. Durante esta etapa, es importante ajustar la alimentación y reducir el estrés, permitiendo que las aves recuperen energía y puedan retomar su ciclo de postura. Algunas explotaciones optan por el reemplazo de las gallinas al finalizar el primer año de postura, pero otras prefieren prolongar la vida productiva hasta un segundo ciclo, siempre que se mantenga la salud y se justifique en términos de productividad.
La importancia de la asesoría veterinaria en todo el proceso
En resumen, criar gallinas ponedoras implica mucho más que alimentarlas y recolectar sus huevos. Cada etapa del proceso —desde la selección de pollitas, pasando por el diseño del gallinero, la formulación del alimento, el calendario de vacunación, hasta el manejo de enfermedades y del estrés ambiental— requiere conocimientos específicos que pueden marcar la diferencia entre una producción exitosa y un fracaso económico.
Por ello, la asesoría veterinaria especializada no debe considerarse un lujo, sino una inversión esencial. Un médico veterinario zootecnista no solo ayuda a prevenir enfermedades y mejorar la postura, sino que acompaña al productor con recomendaciones técnicas actualizadas, orientadas a mejorar el bienestar de las aves y garantizar una producción sostenible, ética y rentable. Con su apoyo, se puede lograr que las gallinas ponedoras vivan en condiciones dignas y ofrezcan lo mejor de sí: huevos sanos y abundantes para alimentar a las familias.