
La domesticación de aves como compañía se ha extendido a lo largo de los años, y hoy es común que en un mismo hogar convivan especies distintas como periquitos australianos, canarios, ninfas, agapornis o cotorras. Esta diversidad puede enriquecer el ambiente y ofrecer un espectáculo de colores, cantos y conductas. Sin embargo, la convivencia entre diferentes especies no es sencilla y requiere conocimiento, paciencia y responsabilidad. Un manejo inadecuado puede generar estrés, peleas e incluso graves problemas de salud.
A continuación se exponen los puntos clave para favorecer una convivencia armónica y segura entre aves de especies distintas dentro del hogar.
Comprender la naturaleza de cada especie
Cada ave tiene una personalidad marcada por su especie. Los canarios, por ejemplo, suelen ser más solitarios y disfrutan de espacios tranquilos donde puedan cantar sin interrupciones. Los periquitos, en cambio, son muy sociales, activos y curiosos, por lo que necesitan interacción constante y juegos. Las ninfas y agapornis también son aves gregarias, pero tienden a ser más territoriales, lo que puede llevar a choques si no se respetan sus espacios.
Antes de juntar especies diferentes, es fundamental investigar sobre el comportamiento natural de cada una. Algunas aves son más tolerantes a compartir jaula o espacio común, mientras que otras requieren mayor independencia.
La importancia de la cuarentena inicial
Cuando se introduce un nuevo ejemplar, independientemente de la especie, siempre se recomienda mantenerlo en cuarentena durante al menos 30 días. Este periodo sirve para descartar la presencia de parásitos, infecciones respiratorias u otras enfermedades contagiosas. Muchas patologías aviares pueden transmitirse rápidamente y afectar a todas las aves del hogar, por lo que la prevención es indispensable.
Durante esta etapa, además, el cuidador puede observar el carácter del nuevo pájaro y empezar a establecer rutinas que faciliten su adaptación futura.
Espacios separados pero cercanos
Un error común es juntar a las aves en una misma jaula de inmediato. Lo recomendable es que, al principio, cada especie tenga su propio espacio, con jaulas individuales pero colocadas cerca unas de otras. Esto permite que se familiaricen con la presencia, los sonidos y los movimientos de sus posibles compañeros sin enfrentamientos directos.
Con el tiempo, se puede abrir la posibilidad de un “encuentro controlado” en un espacio neutral, como un área de juego fuera de las jaulas, siempre bajo supervisión. Estos momentos deben ser breves al inicio e ir ampliándose progresivamente.
Considerar el tamaño y temperamento
El tamaño corporal y la fuerza del pico son factores determinantes al juntar aves de distintas especies. Por ejemplo, un periquito podría convivir con un canario en un espacio grande, pero colocar a un canario junto a un agapornis o una cotorra puede ser peligroso, ya que estas últimas tienen un pico mucho más fuerte y pueden lastimarlo.
La regla general es no mezclar aves de gran diferencia en tamaño o temperamento. Una convivencia segura requiere especies con características similares o, de lo contrario, mantenerlas en espacios separados.
Alimentación diferenciada
Aunque muchas especies de aves domésticas consumen semillas, no todas requieren la misma dieta. Los canarios necesitan una mezcla específica para favorecer el canto y la salud de su plumaje, mientras que los agapornis y ninfas requieren mayor aporte de frutas, verduras y pienso formulado.
Si se alimentan en un mismo espacio, puede haber disputas por la comida o problemas nutricionales si cada ave consume un alimento que no corresponde a sus necesidades. Lo más aconsejable es colocar comederos y bebederos separados para cada especie, y en algunos casos, mantener dietas diferenciadas en jaulas individuales.
Supervisar la interacción diaria
El hecho de que dos aves toleren estar en la misma habitación no significa que su relación sea estable de manera indefinida. El carácter de los pájaros puede variar con la edad, las estaciones del año o el momento reproductivo. Durante la época de celo, por ejemplo, muchas especies se vuelven más territoriales y agresivas.
Por esta razón, la supervisión diaria es esencial. Si se observan persecuciones, picotazos insistentes o signos de estrés (como pérdida de plumas, gritos excesivos o falta de apetito), lo mejor es separarlas de inmediato y replantear la dinámica de convivencia.
Estimulación ambiental
Un factor clave para reducir los conflictos entre especies es enriquecer el ambiente con juguetes, ramas naturales, cuerdas y perchas en diferentes niveles. La estimulación evita el aburrimiento y canaliza la energía en actividades positivas, reduciendo la posibilidad de peleas.
Además, disponer de múltiples puntos de descanso y juego permite que cada ave elija su propio espacio, lo que disminuye la competencia directa.
La paciencia como herramienta fundamental
La convivencia de aves de diferentes especies no se logra de la noche a la mañana. Es un proceso gradual que requiere paciencia por parte del cuidador. Forzar la cercanía o acelerar las presentaciones suele generar más problemas que beneficios.
Cada paso debe ser evaluado con calma, prestando atención al lenguaje corporal de las aves: alas erizadas, movimientos bruscos o vocalizaciones agresivas son señales de que no se sienten cómodas.
La decisión final: juntas o separadas
En algunos casos, a pesar de todos los intentos, ciertas aves simplemente no logran convivir. Esto no debe considerarse un fracaso, sino una muestra de respeto hacia la naturaleza de cada especie. En tales circunstancias, lo mejor es mantenerlas en jaulas separadas, pero dentro del mismo hogar, de manera que puedan escucharse y verse sin entrar en conflicto.
La convivencia de aves domésticas de diferentes especies puede ser una experiencia enriquecedora tanto para ellas como para sus cuidadores, pero requiere responsabilidad, observación y una preparación adecuada. Conocer el carácter de cada especie, respetar los tiempos de adaptación, ofrecer espacios diferenciados y mantener una alimentación adecuada son pasos fundamentales para lograr un ambiente armonioso.
Cada ave, como cada persona, tiene una personalidad única, y forzar interacciones puede resultar contraproducente. El papel del cuidador es crear las condiciones adecuadas para que, en la medida de lo posible, puedan compartir el espacio de manera segura, respetuosa y saludable.