
Proteger a los animales de granja de la fauna nociva es una acción fundamental en cualquier sistema de producción pecuaria, ya que esta interacción puede desencadenar graves consecuencias sanitarias, económicas y productivas.
Desde roedores, aves silvestres y murciélagos, hasta depredadores como coyotes o mapaches, la presencia de fauna silvestre o invasora en áreas de crianza representa una amenaza directa e indirecta para la salud y el bienestar del ganado. En este sentido, contar con asesoría veterinaria especializada no solo permite prevenir enfermedades zoonóticas y pérdidas económicas, sino también diseñar estrategias de bioseguridad adaptadas a las condiciones particulares de cada unidad de producción.
Impactos de la fauna nociva en animales de cría
La fauna nociva comprende diversas especies que, por su comportamiento o ecología, pueden causar daño a los animales de producción. Los roedores, por ejemplo, son portadores frecuentes de enfermedades como leptospirosis, salmonelosis o hantavirus, y su presencia en instalaciones ganaderas contamina los alimentos, destruye materiales y propaga agentes patógenos. Las aves silvestres, en particular palomas y gorriones, son vectores de parásitos y enfermedades respiratorias, además de consumir el alimento destinado al ganado, reduciendo la eficiencia alimenticia.
En regiones rurales, los ataques de depredadores como zorros, mapaches, serpientes o incluso perros ferales pueden provocar heridas graves o la muerte de animales jóvenes. Estas situaciones no solo generan pérdidas directas, sino que también causan estrés en los animales sobrevivientes, lo cual afecta su sistema inmunológico y rendimiento productivo.
Vulnerabilidad de las especies y ambientes de cría
Los animales más vulnerables a los efectos de la fauna nociva son los neonatos, las crías en etapa de crecimiento y las aves de corral. En particular, las especies como pollos, cerdos y cabritos requieren condiciones de alojamiento estrictas, con cerramientos seguros y manejo higiénico, para evitar el contacto con vectores y predadores. Los sistemas extensivos, como la ganadería de pastoreo, también enfrentan desafíos importantes, ya que los animales están más expuestos a depredadores naturales o a la contaminación ambiental por heces de animales salvajes.
La vulnerabilidad también depende del tipo de instalaciones. Granjas con techos deteriorados, áreas abiertas o sistemas de almacenamiento de alimento sin protección son más propensas a invasiones de fauna nociva. Igualmente, el manejo deficiente de residuos orgánicos atrae plagas como cucarachas y moscas, que también transmiten enfermedades.
Consecuencias económicas y sanitarias
La presencia de fauna nociva conlleva consecuencias que trascienden lo inmediato. Además de la pérdida directa de animales, existen efectos colaterales como el aumento en la tasa de enfermedades infecciosas, disminución en la productividad (menor ganancia de peso, caída en la producción de huevos o leche), y el incremento en el uso de medicamentos veterinarios. Esto último representa un costo adicional para el productor y puede favorecer la aparición de resistencia a los antibióticos, un problema global en salud pública.
En casos graves, la presencia de fauna nociva puede provocar brotes epidémicos que afecten a varias unidades productivas en una misma región. Además, cuando las enfermedades se transmiten a humanos (como en la brucelosis, la rabia o la leptospirosis), se convierten en un problema de salud pública que implica la intervención de autoridades sanitarias y pérdida de confianza en los productos ganaderos.
Medidas de control y prevención
La prevención del contacto entre animales de cría y fauna nociva parte de la implementación de medidas de bioseguridad. Estas incluyen la construcción de instalaciones cerradas o con mallas, sistemas de almacenamiento hermético de granos y alimentos, limpieza regular de bebederos y comederos, manejo adecuado de excretas y desechos, y control periódico de plagas mediante métodos mecánicos, biológicos o, cuando es necesario, químicos.
Asimismo, es esencial evitar la atracción de fauna silvestre al limitar el acceso a fuentes de alimento y agua que no estén destinadas a ella. En zonas de alto riesgo, pueden instalarse dispositivos de disuasión (sonoros, visuales, eléctricos) o cercos perimetrales para mantener alejados a los depredadores.
La vigilancia constante por parte de los cuidadores y el registro de incidentes permite detectar patrones o riesgos emergentes. Igualmente, el aislamiento temporal de animales enfermos o heridos es clave para evitar la propagación de enfermedades o el ataque de otros animales atraídos por la vulnerabilidad de estos individuos.
Educación y corresponsabilidad en el entorno rural
El aislamiento de la fauna nociva también requiere la colaboración de comunidades rurales y trabajadores del campo. Muchas veces, las malas prácticas en el manejo del entorno (como dejar cadáveres a cielo abierto, descuidar los canales de agua o permitir la proliferación de basureros cercanos) propician la llegada de fauna indeseada. Por ello, la educación en buenas prácticas agropecuarias, el trabajo colectivo y el compromiso con la salud del hato son factores determinantes para un entorno productivo seguro.
Asesoría veterinaria: clave para una estrategia integral
Al final, el éxito de las acciones para aislar la fauna nociva depende del enfoque técnico que se aplique. Aquí es donde la asesoría veterinaria cobra un valor incalculable: los profesionales de la salud animal pueden identificar las especies de riesgo, diseñar protocolos de manejo, capacitar al personal en medidas preventivas y establecer planes de vacunación o desparasitación adecuados. Además, el seguimiento sanitario periódico permite detectar precozmente los efectos de la fauna nociva y actuar con rapidez.
En conclusión, proteger a los animales de granja de la fauna nociva no es solo una cuestión de defensa física, sino de visión integral sobre la sanidad, la producción y el bienestar animal. Con la guía de expertos veterinarios y una cultura de prevención activa, es posible garantizar entornos de cría más seguros, productivos y sostenibles para el futuro del campo.