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Problemas en granjas y criaderos asociados a las infestaciones de moscas

Las infestaciones de moscas representan una amenaza constante para la salud y el bienestar de animales y personas en granjas y criaderos.

Estos insectos, aparentemente inofensivos por su tamaño, tienen un impacto significativo en la producción agropecuaria, ya que son vectores de enfermedades, causan estrés en los animales y generan pérdidas económicas considerables. Controlarlas no es solo una cuestión de comodidad, sino una necesidad sanitaria y productiva.

Las moscas como vectores de enfermedades

Uno de los principales problemas asociados con las moscas en entornos ganaderos y avícolas es su capacidad para actuar como vectores mecánicos de patógenos. A través de sus patas, alas y aparato bucal, transportan bacterias, virus, hongos y parásitos desde heces, materia orgánica en descomposición o animales enfermos, hacia comederos, bebederos y cuerpos de animales sanos.

En el caso de las granjas avícolas, las moscas pueden propagar enfermedades como la salmonelosis, la colibacilosis o la enfermedad de Newcastle. En criaderos porcinos y bovinos, son comunes los brotes de diarreas infecciosas, conjuntivitis, mastitis y otras afecciones digestivas y respiratorias, todas agravadas por la presencia de moscas.

Además, estos insectos favorecen la diseminación de huevos de parásitos intestinales como nematodos y cestodos, que comprometen la salud de los animales, disminuyen la ganancia de peso y afectan la conversión alimenticia.

Impacto en la productividad animal

Más allá de su papel en la transmisión de enfermedades, las moscas también afectan el rendimiento productivo por el estrés que causan en los animales. Su constante presencia interfiere con la alimentación, el descanso y la reproducción de los animales, ya que los obliga a estar en movimiento para intentar ahuyentarlas.

Este comportamiento reduce la eficiencia alimenticia y puede llevar a pérdidas en la producción de leche, carne y huevos. En el caso específico de vacas lecheras, por ejemplo, se ha observado una disminución en la producción diaria cuando hay infestaciones de moscas hematófagas como la Stomoxys calcitrans, conocida como “mosca del establo”, que se alimenta de sangre y causa dolor con sus picaduras.

También se han documentado abortos en hembras gestantes expuestas a altos niveles de estrés y enfermedades propagadas por moscas. En animales jóvenes, estas infestaciones pueden ralentizar el crecimiento y aumentar la mortalidad, especialmente cuando existen condiciones de hacinamiento o mala higiene.

Deterioro de las condiciones sanitarias

La presencia masiva de moscas es también un indicador de problemas en la gestión sanitaria de las instalaciones. Una mala disposición del estiércol, acumulación de residuos orgánicos, bebederos con fugas o comederos sucios son factores que favorecen la proliferación de estos insectos.

Las moscas se reproducen con gran rapidez en estos ambientes. Una hembra puede poner hasta 500 huevos durante su ciclo de vida, y en condiciones cálidas y húmedas, pueden completarlo en apenas una semana. Esto hace que cualquier descuido en la limpieza pueda convertirse en una plaga en muy poco tiempo.

Este deterioro higiénico también afecta a los trabajadores de las granjas, quienes están expuestos a condiciones insalubres, mal olor y enfermedades zoonóticas. Asimismo, compromete la imagen y la rentabilidad del negocio frente a auditorías sanitarias o procesos de certificación.

Problemas ambientales y de convivencia

Las infestaciones de moscas también generan conflictos con las comunidades vecinas. Las quejas por malos olores, moscas en viviendas y afectaciones a la calidad de vida son frecuentes en zonas rurales cercanas a granjas y criaderos con deficiente manejo ambiental.

En algunos casos, estos conflictos han llevado a sanciones legales, cierres temporales de establecimientos o pérdida de licencias de operación. Así, el problema de las moscas trasciende el ámbito veterinario y se convierte en un tema de salud pública y gestión social.

Medidas de control y prevención

El control de moscas en granjas y criaderos requiere un enfoque integral que combine medidas físicas, biológicas, químicas y de manejo.

En primer lugar, es fundamental mantener una adecuada limpieza de las instalaciones. Esto incluye la recolección frecuente de estiércol, la limpieza de corrales, comederos y bebederos, así como un manejo adecuado de los residuos orgánicos. El uso de trampas, mallas y ventilación controlada también ayuda a disminuir la entrada y reproducción de moscas.

Las soluciones biológicas, como el uso de avispas parásitas (Spalangia o Muscidifurax), que se alimentan de las larvas de mosca, están ganando popularidad por su efectividad y su bajo impacto ambiental. También se están explorando bacterias y hongos entomopatógenos para reducir las poblaciones sin recurrir a químicos.

Cuando es necesario el uso de insecticidas, se recomienda aplicarlos de manera dirigida y rotativa para evitar la resistencia. Los reguladores de crecimiento (IGR) son especialmente útiles, ya que interrumpen el ciclo reproductivo sin afectar a los animales ni al entorno.

Por último, una adecuada capacitación del personal y el monitoreo constante de la población de moscas permiten detectar y actuar a tiempo antes de que el problema se agrave.

Moscas en espacios pecuarios, problema a resolver

Las moscas son mucho más que una molestia en granjas y criaderos: son un factor crítico que incide directamente en la salud animal, la productividad, la sanidad del entorno y la relación con las comunidades vecinas.

La prevención y el control efectivo de estas plagas es una responsabilidad que debe asumirse con seriedad, a través de estrategias integradas, sostenibles y bien planificadas. Solo así es posible garantizar condiciones óptimas de producción y bienestar animal en el sector agropecuario.

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